Mimo  

sábado, septiembre 23, 2006

Deambulaba por la calle, yo, con la excusa estúpida de ir a comprar algo, que no recuerdo, en una tienda que había dejado ya a dos manzanas tras de mí. Absorta en pensamientos sobre el destino y sus vertientes, me dirigía a comprar algo (que no recuerdo el que) en otra tienda que había dejado ya tres tiendas atrás. Es decir, que andaba sin más, cuando lo ví. Descansaba, si es que es la palabra más adecuada, parado en la esquina más soleada de Puerta Real. En una de esas donde el sol no se oculta nada más que al caer la noche. Vestía todo de gris brillante, la cara, brazos, orejas y cualquier parte del cuerpo visibles, maquilladas de gris. Como accesorios llevaba un chaleco de papel de aluminio, los zapatos forrados del mismo papel, y guantes y gorro de tela color metálico. Me sorprendió altamente verle en su pedastal de cartón pintado (de gris, por supuesto) inmóvil ante la gente, con aquel calor sofocante abrasando su sesera. Que valor, señores, que valor. Me acerqué, curiosa, y lei el cartel que venía pegado a un cubito (grisáceo...para no variar) con algunas monedas en su fondo: "El hombre del futuro".
Me quedé mirándole a la cara fijamente a una distancia bastante corta. No sé porque tuve este impulso, pero estoy casi convencida de que cinco minutos más y el tipo hubiera bajado a darme dos tortas: "¿Vas a echar la puta monedita ya?". Creo que hasta sonrojó debajo de tanto maquillaje (olé yo y mi imaginación) cuando en un instante se le puso la cara morada. Ocho minutos pasaban y el tipo no reaccionaba, ni nadie le tiraba una moneda para que pudiera moverse e insultarme de una vez. La ley de Murphy es infalible, queridos. Yo, más de pena que de otra cosa, saqué mi monedero y le eché en el cubo mi moneda. Sabía que se movería al hacer ésto y que así el tipo buscaría una nueva postura donde le corriese el aire debajo de aquel chaleco de alumnio: que a mi me recordaba a las patatas asadas que pongo de tapa en el bar donde trabajo...pobrecito, que calor.
Cuál fue mi sorpresa, cuando desubrí que el movimiento del mimo iba acompañado de una frase a modo de sentencia: que me ví emocionada ante la oferta 2x1 del Mimo Carrefour. "Tendrás un trabajo de alto prestigio y bien pagado, te lo digo yo, que vengo del futuro". Ohhhhh!. Y quedó en una nueva posición con los brazos alzados (para que le diese el aire en los "sobaquillos", que lo sé yo). Quedé tan gratamente conforme con la adivinación que rebusqué en mi bolso en busca de una segunda moneda: "Tendrás 5 hijos y un marido maravilloso que te hará feliz, te lo digo yo, que vengo del futuro". En esas me vi rodeada del coro Gospel, iluminada, y con el pañuelito secándome las lágrimas emití un "Amén, señor Mimo" que me salió del alma.
Fijaos en mi emoción que empecé a echarle monedas hasta que solo me quedó el euro para volver en autobús. Quedé desilusionada y, sin rendirme, me senté en un banco enfrente de él y esperé a que otra persona consumiera su monedero como yo. Estaba segura que el señor Mimo, cuando me viese allí sentada, emitiría una adivinación para mí con la moneda de otro, en recompensa a la lujosa cena que le esperaba con todo mi dinero en el fondo de su cubito.
Tuvieron que pasar mas de veinte minutos hasta que una madre cediese a los chantajes de su hijo pequeño, que le prometía comerse todala comida si le daba una moneda para echársela al mimo. Apreté los puños nerviosa, miré la moneda caer y esperé mi próxima vivencia futurista: "Tendrás un trabajo de alto prestigio y bien pagado, te lo digo yo, que vengo del futuro". Quedé pasmada. ¿Eso no lo había oido ya?. A la madre le hizo gracia, y echó otra moneda: "Tendrás 5 hijos y un marido maravilloso que te hará feliz, te lo digo yo, que vengo del futuro".
¿Queeeé? No puede ser..les repetía lo mismo que a mí.
Me levanté furiosa, me acerqué al mimo, y le grité: ¡impostor! (bueno solo lo pensé, pero lo tuvo que adivinar porque como venía del futuro...). Y eché a andar refunfuñando: "Aprovechándose de una inocente como yo..con el calor que hace y la lástima que me daba. Mala persona...". Justo antes de perderle de vista, me volví y le grité: "La proxima vez te vistes de Adán, que con la hoja de parra verás que fresquito". Bueno, no lo grité, pero tuvo que adivinarlo porque como venía del futuro...

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