Histéricas historias

Dulce canta su "O infante" por lo bajito. Es tarde y miro al techo de la habitación intentando conciliar el sueño. Surge Londres en la mente y aquellas esquinas, ajenas a turistas menos yo, donde poder perderse por un momento. Donde si ocultas la cámara de fotos y el mapa puedes ser extraña y desconocida por un tiempo de sueño, como si, por arte de magia, la tierra mojada pudiera reconocer tus pasos. Y echas a andar por el Soho, y te alejas de Oxford Street.
Y cuando cansada de excitación y placer, de dolor de pies y maldiciones al murciélago que habita al fondo de tu cartera, tus pasos te llevan a Hyde Park, puedes cometer la locura de quitarte los zapatos y andar por la hierba fresca y limpia. Pero no abras la boca cuando alguien te pregunte algo, porque si lo haces volverás a tu cama, a mirar el techo blanco de tu habitación, mientras tus pies intentan localizar el tramo de sábana frío que aun no ha calentado tu cuerpo...